Se acerca la Navidad

No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que en menos de un mes está aquí la Navidad, y es que nos empiezan a preparar el cuerpo muchos días antes de su llegada. La televisión se convierte en todo un escaparate donde ofrecernos mil variedades de productos navideños es lo único que consigue llenar su agenda.

Pero esa llegada la vemos más cerca cuando oímos en la televisión algo así como, “Ya está aquí el anuncio de Lotería de Navidad”. En ese momento todo se paraliza: tú dejas de hacer todo lo que estabas haciendo, tu madre cierra corriendo la pantalla del ordenador, de repente suena desesperadamente el teléfono de tu casa que al cogerlo una voz te dice – ¡Niña corre pon la cinco que va a salir el anuncio de lotería de este año!-. No podía faltar esa llamada de mi abuela como todos los años. Ahí es cuando realmente somos conscientes de que ya está aquí, y el anuncio de este año “22′, la historia del hombre que siempre gana el ‘Gordo’” también lo sabe. También lo saben los Ferrero Rocher, el turrón Suchard, Coca- Cola, Casa Tarradellas, One Million, Versace y la película de Charlie y la Fábrica de Chocolate por supuesto que también. Ah, y Netflix también lo sabe puesto que ya se han unido un montón de películas de Navidad.

La siento, la veo venir, parece que estamos en una burbuja donde todas las personas tienen tatuada en su frente la palabra Navidad. Y sí, es así, aunque a la mitad de las personas que estén en la burbuja no les guste la Navidad, y a muchas de ellas sí. Ya todos estamos “metidos en la onda”. Pero… ¿es la misma onda que en la que estábamos metidos antes? ¿La gente recibe la Navidad igual? ¿O se ha vuelto totalmente comercial perdiendo parte de su origen?

Como bien defendía Braudillard, la sociedad vive en un simulacro y espectáculo donde la realidad se ha convertido en una imagen. Y justo ocurre eso con la Navidad. Parece que durante estas fechas vivimos en un mundo hiperreal detrás del cual no existe nada, es decir, todo es perfecto en Navidad; las ilusiones y los sueños se cumplen, todo el mundo es feliz, todo el mundo está rodeado de amor… Si vas caminando por la calle, durante estas fechas, sería raro no cruzarte con miles de anuncios publicitarios donde las personas o los elementos que aparecen no estén transmitiendo un sentimiento de felicidad. En la mayoría de los anuncios los protagonistas son familias con sus hijos, todos con una sonrisa de oreja a oreja. Y por supuesto no podemos olvidarnos de la cantidad de productos y servicios que vuelven a recobrar vida en esta época. Supongo que los medios no se verán muy apurados para elegir su contenido.

Sin duda alguna creo que poco a poco se ha ido perdiendo más esa esencia de la Navidad. Poco a poco lo único que le ha interesado a esta fecha ha sido vender cada vez más haciendo que tu bolsillo se vacíe totalmente. Kazt y Lazarsfeld (1975) manifestaron que las campañas de propaganda en periodos cortos tienen buen éxito al influenciar opiniones y actitudes. Y así es, la Navidad ha conseguido que las personas compartan una idea común: la de comprar distintos productos o servicios sin importarles que el precio sea superior simplemente por el hecho de ser Navidad. Y claro, como en Navidad todo es de color rosa, no hay hambre en el mundo y todo el mundo está y es feliz ¿no pasa nada no?

Además, por la cantidad de campañas publicitarias que nos muestran los medios de comunicación y las redes sociales parece que la Navidad tenga que ser la única época en que se tenga que reunir toda la familia al completo. Independientemente de que a mí me guste la Navidad o no (que me gusta), no hace falta que tenga que ser específicamente esa fecha en la que nos juntemos con la familia. Es cierto que me gusta la fuerza con la que se proclama el amor en esta fecha, me gusta ver a la familias unidas, me gusta ver la cara de inocencia de los niños cuando se acercan los reyes magos desde Belén, me gusta comerme las uvas el 31 por la noche y casi atragantarme por las risas de mi familia. Pero, aun así pienso que la Navidad tenía que dejarse de tanto papel para envolver regalos y debería intentar sacar más de cada uno de nosotros mismos.

No sé, debería ser un tiempo en el que expresemos el amor a través de una convivencia en la que reine la igualdad, un lugar donde a nadie le falte lo necesario para vivir una vida digna. Sería fantástico que estas fechas volviesen a tener su sentido original e intentáramos eliminar y acabar con el sentido materialista donde el consumismo y el derroche de dinero son los más claros protagonistas.

Pero, creo que en parte alguien tiene la culpa. El hecho de que vivamos totalmente en una sociedad en la que la televisión forma parte de la vida de casi todos los individuos da mucho que pensar. Como decía Sartori en su obra Homo Videns, la televisión produce imágenes y anula los conceptos, de este modo se pierde nuestra capacidad de entender. Para el homo videns las cosas representadas en imágenes cuentan y pesan más que las cosas dichas con palabras. Mientras que el homo sapiens es un ser motivado por la lógica y la reflexión; el homo videns es un individuo que mira y ve, sin pensar ni entender.

Por eso, hay que intentar no transmitir a los niños la idea de la Navidad solo por lo que se dice y ve en la tele. En vez de tantos regalos y de hacer creer a los niños que si recibes más cantidad de regalos eres el mejor hijo del mundo ¿por qué no se hacen campañas emocionales donde se promuevan distintos valores?

Deberíamos de aprovechar esta fecha para intentar que los protagonistas sean:  la reconciliación, la igualdad, la paz, el amor, la bondad, la solidaridad, la positividad…

Aunque los niños pudiesen recibir varios juguetes, no estaría mal fomentar el compañerismo en la escuela, el respeto hacia los demás, el enseñar que no hay nadie superior a nadie. Tenemos que intentar ser más homo sapiens que parecernos al homo videns: porque si seguimos viendo imágenes y campañas a través de la televisión en Navidad sin pararnos a pensar en cuál es su verdadero sentido nos convertiremos en individuos pasivos y nos creeremos todo lo que nos cuenten, llegando a olvidar nuestra capacidad crítica y lógica y nuestra capacidad para poder reflexionar sobre cualquier tema o asunto.

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